domingo, 4 de marzo de 2012

Antonio Machado

- Oración por  Antonio Machado ( Rubén Darío)
   Misterioso y silencioso
iba una y otra vez.
Su mirada era tan profunda
que apenas se podía ver.
Cuando hablaba tenía un dejo
de timidez y de altivez.
Y la luz de sus pensamientos
casi siempre se veía arder.
Era luminoso y profundo
como era hombre de buena fe.
Fuera pastor de mil leones
y de corderos a la vez.
Conduciría tempestades
o traería un panal de miel.
Las maravillas de la vida
y del amor y del placer,
cantaba en versos profundos
cuyo secreto era de él.
Montado en un raro Pegaso
un día al imposible fue.
Ruego por Antonio a mis dioses,
ellos lo salven siempre. Amén


    LVII CONSEJOS
              I
  Este amor que quiere ser
acaso pronto será;
pero ¿cuándo ha de volver
lo que acaba de pasar?
  Hoy dista mucho de ayer.
¡Ayer es  Nunca jamás!


   LXIII
  
  Y era el demonio de mi sueño, el ángel
mas hermoso. Brillaban
como aceros los ojos victoriosos
y las sangrientas llamas
de su antorcha alumbraron
la honda cripta del alma.
-¿Vendrás conmigo? -No, jamás; las tumbas
y los muertos me espantan.
Pero la férrea mano
mi diestra atenazaba.
-Vendrás conmigo... Y avancé en mi sueño
cegado por la roja luminaria.
Y en la cripta sentí sonar cadenas,
y rebullir de fieras enjauladas.


  PROVERBIOS Y CANTARES
  
                    XVI


   El hombre es por natura la bestia paradójica,
un animal absurdo que necesita lógica.
Creó de nada un mundo y, su obra terminada,
"Ya estoy en el secreto- se dijo -. todo es nada"


                   XVII
   
    El hombre solo es rico en hipocresía.
En sus diez mil disfraces para engañar confía:
y con la doble llave que guarda su mansión
para la ajena hace ganzúa de ladrón.


                XXIX


    Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.


          LII

   Hora de mi corazón;
la hora de una esperanza
y una desesperación.


       LIII

   Trás el vivir y el soñar,
está lo que más importa:
despertar.


     LXVIII


     Todo necio
confunde valor y precio.


       XCVIII


  Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.